lunes, 28 de junio de 2004

Río.

El río de la noche y todas las benditas intenciones naufragando en las risas de mi insomnio.

“96, 97, 98, 99 y... ¡100! ¡¡VOY!!” Camino sigilosa por el pasillo de la memoria, evitando tropezar con esa tabla delatora de mis pisadas - el entarimado de mis recuerdos ajado ya por los años y carcomas varias, y mis movimientos torpes, porque a mi edad no es nada fácil jugar al escondite con la propia sombra – y justo ahí, donde muere el pasillo y nacen las utopías, en el balcón desde el que podríamos asomarnos y contemplar un rizo de mar conversando alegremente con un soldadito de plomo, en esa esquina encortinada, me descubro oculta detrás de un visillo transparente: acartonada tras una cortina. Replegada sobre mí misma, conteniendo la risa, con las rodillas apretadas contra la barbilla; niña traviesa presumiendo (sin asumir) la invisibilidad de la inocencia. No me cabe en el cuerpo tanta ternura. Le estornudo una carcajada a la vida y salgo corriendo, persiguiéndome a mí misma por los rincones, refugiándome en la comisura de tus labios:
“Pormíyportodosmiscompañerosypormíelprimero"

2 comentarios

selestar dijo...

Aquí empezó tu colección de cachurerío, no? ( sin acritud <3 )

Elena Netalga dijo...

Han pasado doce años desde esa foto y AÚN LO TENGO TODO.
Al muñequito le falta un pie, eso sí.
Las piedras son importantes.