domingo, 27 de junio de 2004

El tiempo.

“El tiempo, sus corrientes, mis mil preguntas entre los colmillos afilados, las contraseñas olvidadas, palabras rescatadas en los laberintos de un cajón sin fondo, el tiempo y sus huracanes, la limpieza de primavera a finales de NOviembre, paredes que sudan, memoria que ignora los calendarios, el tiempo, los tsunamis, ¿el tiempo?, la amnesia terapéutica o el olvido selectivo, las trampas de todas mis mudanzas y de todos mis empeños, mis deseos también tramposos, la sombra del tiempo y, en mitad de todo ello: recuperar la memoria de quiénes fuimos, ya que parece imposible descubrir quiénes somos. Camino despacio. Hago recuento. Me pierdo en un cañón y me contemplo desde la roca más alta: soy un ave carroñera esperando mi propia muerte para alimentarme de ella. Ave Fénix submarinista en mis abismos insondables. Querría hacer inventario de todas las plumas perdidas entre las nubes, regaladas a las estrellas de mar: Pluma del timón de cola, estacionada en una isla frente a las costas del insomnio. Pluma de alerón derecho, abonando la maceta en la que florece el almendro cada primavera. Plumón de la gorguera, definitivamente instalado en la almohada sobre la que reposan todos mis gemidos. Plumillas escapulares, donadas a las buenas causas del tránsito: to avoid discovery, I stay on the run. Vuelo rasante; estoy desplumada...”

Elena tropezando con un desnivel en los adoquines, a punto de perder el equilibrio y zambullirse de lleno en un charco aceitoso aparcado junto a un coche que no le pertenece. Elena caminando bajo la luz de las farolas, con una cesta llena de setas enhebrada en el brazo izquierdo. Elena doblando por la mitad la esquina de su casa, fabricando con ella un barco de papel y contemplando cómo naufraga en la alcantarilla al ritmo de sus pensamientos.

Hubo un abrazo quebrantahuesos en ese rincón: queda la sombra de alas abiertas planeando en sus secretas intenciones, y el deseo volando encapsulado en una nube azul que hace rato se acostó de mala gana, “Todavía es muy pronto, mamá”. Escenografías de la memoria, trampas en el nido oculto entre las grietas.

Fidel bajando el cierre del bar. “Véndeme un par de kilos, niña. A mi mujer le encantan los níscalos”. Buitres leonados en mitad de la ciudad. Estas setas valen su peso en lágrimas; hoy me ha salido cara la cena. Lactarius deliciosus. La alfombra del salón convertida en paraíso de los gnomos.

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