Resulta difícil amar a esos hijos bastardos de la familia de las nubes. Puede que algunos observadores de nubes, como yo, alberguen sentimientos ambivalentes hacia ellos, pero ¿cuántos son capaces de dar la bienvenida con los brazos abiertos a estos recién llegados? Puede que recorten elegantes figuras en un rosáceo atardecer de otoño, pero estas gélidas estelas del progreso tienen que constituir una seria advertencia en los cielos, para los observadores de nubes y para todos lo demás.
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