Welcome-Back to the Future.
Quiero ser Marty McFly.
Lo digo ahora que soy mayor, llevo un gato muerto en la cabeza y todo me chupa un huevo, más o menos.
Hace treinta años era una petulante intelectual que merendaba apfelstrudel en la cafetería de los Alphaville, antes de ver Le thé au harem d’Archimède, o Mitt liv som hund o Je vous salue, Marie, tostones imposibles alejados de los cines de la Gran Vía, cuyos títulos jamás se mencionaban en castellano.
Lo digo ahora que soy mayor, llevo un gato muerto en la cabeza y todo me chupa un huevo, más o menos.
Hace treinta años era una petulante intelectual que merendaba apfelstrudel en la cafetería de los Alphaville, antes de ver Le thé au harem d’Archimède, o Mitt liv som hund o Je vous salue, Marie, tostones imposibles alejados de los cines de la Gran Vía, cuyos títulos jamás se mencionaban en castellano.
Obviamente, me perdí Regreso al futuro, así que ayer fue un placer verla por primera vez en mi vida.
Quiero tener 17 años, un monopatín, unas Nike blancas con cosita roja y, sobre todo, sobre todo, quiero el chaleco de Marty. Siempre he querido un chaleco de plumas, ¿por qué nunca lo he tenido?
Ahí lo dejo, a tres días de Reyes. Adiós. Me voy a ver la segunda parte.
Quiero tener 17 años, un monopatín, unas Nike blancas con cosita roja y, sobre todo, sobre todo, quiero el chaleco de Marty. Siempre he querido un chaleco de plumas, ¿por qué nunca lo he tenido?
Ahí lo dejo, a tres días de Reyes. Adiós. Me voy a ver la segunda parte.
No hay comentarios
Publicar un comentario