jueves, 24 de marzo de 2016

Episodio 3: 42 años después



Cuarenta y dos años después me dispongo a inventar el relato de lo que tal vez fue. Contemplo fotos antiguas, imagino situaciones mientras una memoria adquirida sin mucho fundamento me aporta recuerdos parciales de episodios concretos. Me disperso y decido salir a pasear con los perros. Sus ojos tristes sin motivo me reconcilian con mi ignorancia. Me reconozco en sus carreras frenéticas persiguiendo trofeos invisibles. Intentando identificar rastros de fantasmas en el aire. El teléfono vibra en mi bolsillo y sé que del otro lado espera la voz de M., aburrida, desamparada, perdida como siempre y sin saberlo, sin tener siquiera una mínima posibilidad de sospechar sus abismos. Nunca sabré si su falta de conciencia es la bendición que la rescata o la mayor de sus desgracias. Ambas cosas. No contesto su llamada. Sus desdichas habrían terminado siendo las mías, si yo no hubiera intentado dar forma a mi propia insatisfacción. Pero en la narración de lo que soy hay demasiados huecos. Rincones polvorientos y cajones cerrados con llave que esconden secretos. Por eso intento construir una historia, la que fue u otra, todas son al final parecidas. Y la verdad se desdibuja con el paso del tiempo: cuarenta y dos son muchos años.

1 comentario

selestar dijo...

Demoledor el señor. Y muy perturbador todo. Go on!!