Y de repente: el frío.
Hoy he tenido que poner en marcha la calefacción en casa. Los radiadores se desperezan con un ruidito de cueva acuática, de pájaro carpintero ahuecándose en bola de plumas.
Está tan nublado.
Sé que el otoño llegará de pronto también. Y como si alguien abandonase la estación con un portazo, todas las hojas de las acacias caerán de golpe. Otra vez.
(Habrá que responder jesús, para que ningún corazón deje de latir en un desatendido estornudo número cien. Necesito por favor comentar con alguien el final de Oro, el último libro de Dan Rhodes...)
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