Le pregunté qué era lo que quería él [a cambio].
- ¡Nada! - dijo, sorprendido por mi pregunta pero lejos de ofenderse.
Me quedé en silencio, mirándolo. Mirándolo y creyéndole, algo que debe haber notado. Entonces se sonrió, pestañeó, puso las manos sobre la mesa, dejó caer los hombros y con un tono de voz distinto, un tono bajo, como de alivio, dijo:
- Nunca ayudé a nadie.
(...)
Boas se suicidó ese mismo día por la tarde.
Sergio Bizzio, Era el cielo.
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