miércoles, 13 de enero de 2016

Rise and fall

Te pasas la vida con la cara pegada al puto ordenador.

Del otro lado hay una niña de diez años. Es navidad. Su madre le ha obligado a hacer una visita de pro-to-co-lo a casa de sus jefes, unos diplomáticos venezolanos. A la madre de la niña le encantan ese tipo de exhibiciones, la fiesta de las apariencias. A la niña no. La niña quería quedarse en su casa, con sus naves de la Guerra de las Galaxias, en chándal. La madre le puso el vestido amarillo, el más odioso, con ese encaje de nido de abeja. La niña se vomitó encima a los cinco minutos de haber subido al taxi. Hubo que retroceder para cambiarse de ropa, por supuesto. Cuando llegan, la merienda acaba de ser servida. La niña, de pie, come polvorones tras aplastarlos apretándolos dentro del puño. Su madre odia que haga eso, pero sería poco elegante regañar a la niña en público: Cariño, ¿por qué no te sientas ahí y miras esas revistas? Selecciones del Reader's Digest. Junto al revistero hay un equipo de música, una torre de aparatos coronada por un tocadiscos que gira. Villancicos, cantados por Raphael. 

Ahora se hace de noche cada vez más temprano, si no te levantas antes, tus horas de luz se reducen a cinco. Hace un día precioso, sal a pasear con el perro. Si te movieras un poco no tendrías tanto frío.

A la niña le duele la cabeza. Se ha mareado de verdad en el taxi, como siempre, por mucho que su madre piense que es capaz de vomitar para librarse de un vestido que detesta. Le duele mucho, pero no dice nada. Se sienta donde le indica su madre. Junto a las revistas hay una montaña de discos apilados horriblemente, unos encima de otros; la niña sabe que los discos no se amontonan porque se estropean. Los discos están todos nuevos y son todos iguales: hay unas veinte copias de The Rise and Fall of Ziggy Stardust and The Spiders from Mars. La niña pregunta a la jefa de su madre, y ésta, con acento televisivo, le dice que son 'regalos de empresa' de hace años, que en realidad los han sacado de alguna parte para tirarlos. La niña no entiende. La portada del álbum es un callejón iluminado por una farola, con cajas y basura en primer término. La niña se está mareando de nuevo y justo antes de caer desmayada pregunta: ¿Me los puedo quedar yo?

You're too old to lose it, too young to choose it
and the clocks waits so patiently on your song.

No hay comentarios