martes, 19 de octubre de 2004

Tras el cristal.

Sé que aún estáis ahí fuera, aguardándome, esperando mis palabras.
Esa expectativa, confortablemente acomodada en vuestros rincones, es el alimento de mi sopor.
Las posibilidades y ese cielo tan gris y tan denso nutren mi letargo. Del otro lado del cristal.
Porque ahora está ya cerrada la ventana, atenuados los ruidos y los olores (el hermético mundo del invierno que vuelve a atraparnos por sorpresa, cabrón. Si vas a cantar serenatas bajo mi ventana, mándame un telegrama para informarme, o me perderé la proeza. Certeza, pereza, cereza, la que nunca colgó del lóbulo de tu oreja).
Y como ya no tenemos 16 años, no nos quedan grúas para movilizarnos, ni lenguajes para perder, ni tanta literatura que ganar.
Así que, seguiremos despilfarrándonos.
Muy despacio.

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