jueves, 23 de septiembre de 2004

Ejecución.

La ventana en cuyo paisaje me rescato cada amanecer es la misma desde la que me suicido justo antes de irme a dormir, a la que me asomo para soñar y para gritar todos los nombres que he olvidado, en la que riego mis cactus sin espinas y debajo de la cual tú no cantas serenatas. En el alfeizar de mi ventana descansan las palomas sucias en que se convirtieron mis dedos temblorosos (esos que no te despidieron) y hasta ella llegan, a veces, las estadísticas más categóricas: la perplejidad ocupa el 47% del total de la actividad ejecutable por mi cerebro, antes de ser fatalmente decapitada por la persiana.

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